El optimismo sigue gobernando aunque tenemos la obligación
de ser claros.
Bien podríamos sumarnos al buen ánimo colectivo respecto a las
infinitas posibilidades de revertirlo y no comprometernos… Pero no.
Decidimos no disimular nuestras preocupaciones y evitar taparlas solo con consignas exitistas.
Tenemos la necesidad de verbalizar nuestra visión aún incómodos.
No podemos dejar de decir que el domingo perdimos, y perdimos mal.
Los que estuvimos en la cancha sufrimos los 90 minutos y
sentimos que Brown nos pasó por arriba.
Almagro estuvo desconocido.
La receta original no funcionó y no surgieron alternativas.
El gol en el comienzo puso a los jugadores muy nerviosos.
Como nunca se gritaban entre sí.
Hubo desorden para
tomar las marcas, imprecisiones en los pases, abuso de pelotazos, llegadas a destiempo,
entradas violentas, jugadores que le contestaban a los hinchas que los
provocaban...
Fuimos otro Almagro.
Pegados al alambrado, mezclados entre los hinchas de Brown,
vimos la diferencia de semblantes.
Ellos estaban concentrados, nosotros no.
Para lograr el objetivo todo esto no tiene que volver a suceder.
Tenemos plena confianza en nuestro equipo, en la fortaleza
de nuestros jugadores y la capacidad del
cuerpo técnico.
Creemos positivamente que es posible obtener el ascenso,
pero también estamos convencidos de que para lograrlo es necesario aceptar lo
sucedido en la primera final y corregirlo.
Nos sumamos a los deseos que inundan las redes sociales, sin olvidar que el sábado tenemos que hacer dos goles más que ellos.