FOTO: LEI RAJTMAN |
La tragedia
que se manifestaba posible se produjo.
El amor
propio no apareció como estaba previsto.
La derrota en
la Final permitía imaginar que rebotaríamos en el fondo y subiríamos con fuerza para reponernos.
No hubo
rebote, no hubo fuerza, no hubo nada.
El
reencuentro en el 3F no tuvo magia, ni brillo, ni romanticismo, ni mística, ni
alegría…
El
reencuentro en el 3F tuvo barro, frustración, impotencia, desilusión, tristeza…
Mucha
tristeza.
Las caras
hablaban por si solas y los silencios aturdían más que los gritos que
repudiaban.
Solo un
pequeño alivio apareció al sacarnos el estado de tensión y expectativa
constante de los últimos 10 días.
El final de
una ansiedad tan desmedida que resultaba displacente.
Paradojalmente
la idea de que “por fin se había terminado” aparecía tímida y disimulada por
debajo de la decepción.
Como una “falsa
agonía” que desaparecía para dejar lugar a lo nuevo.
La rápida
necesidad de dar vuelta la página y dejar de revolcarnos en el dolor que nos
inunda desde que comenzó mayo.
Y los
análisis…
¿Es posible evitarlos?
Sabemos
que lo que ahora digamos va a estar equivocado.
Estamos
escribiendo la historia en este momento y lo emocional nos traiciona.
El tiempo se
encargará de hacer Justicia, destacando todas las virtudes de este gran equipo
y del buen trabajo de la actual dirigencia por haber logrado poner al Club Almagro nuevamente como
protagonista.
Los
sentimientos hoy están mezclados, revolucionados, anárquicos, descontrolados.
Tras la
efervecencia retomará nuestra calma y recuperaremos objetividad en los juicios.
Pero para
eso falta.